Trabajo de campo
grabadora Zoom H4
Al haber obtenido la grabadora Zoom H4, he estado todos estos días grabando (y, a su vez, experimentando) sonidos ambiente de diferentes sitios: el mar, un arroyo del barranco al lado de mi casa, centros comerciales, la casa de mis abuelos,... Como conclusiones, quizá el sitio donde más me ha interesado grabar audio ha sido en la casa de mis abuelos, ya que el silencio que hay normalmente acentuaba sonidos que para nosotros son tan normales que ni nos percatamos, como por ejemplo el tic-tac de un reloj, la respiración de mi abuelo durmiendo, mi abuela hablando sola en la cocina,...
Es en este momento cuando me empiezo a interesar en ellos como imagen-memoria. Es decir, para mí ellos son entendidos como ente-memoria. Su cabeza almacena muchísima memoria, pero no es ésta la única que impera, sino creo que hay otros aspectos más interesantes. Por ejemplo, su piel es memoria del paso del tiempo.
Es aquí, donde debo hacer alusión a la magdalena de Proust.
Hace ya muchos años que, de mi infancia en Combray, solo existía para mí la tragedia cotidiana de acostarme. Un día de invierno, al volver a casa, mi madre, viendo que yo tenía frío, me propuso tomar, contra mi costumbre, un poco de té. Dije que no, primero, pero luego, no sé por qué, cambié de opinión. Mandó a comprar uno de esos bollos pequeños y rollizos que se llaman magdalenas, y que parecen haber sido moldeados en las valvas con ranuras de una concha de Santiago. Pronto, maquinalmente, agobiado por el día triste y la perspectiva de otro igual, me llevé a los labios una cucharada de té en la que había dejado reblandecer un trozo de magdalena. Pero, en el instante mismo que el trago de té y migajas de bollo llegaban a mi paladar, me estremecí, dándome cuenta de que pasaba algo extraordinario. Me había invadido un placer delicioso, aislado, sin saber por qué, que me volvía indiferente a vicisitudes de la vida, a sus desastres inofensivos, a su brevedad ilusoria, de la misma manera que opera el amor, llenándome de una esencia preciosa; o, más bien, esta esencia no estaba en mí sino que era yo mismo. Y no me sentía mediocre, limitado, mortal. ¿De dónde podía haberme venido esta poderosa alegría? Me daba cuenta de que estaba unida al gusto del té y del bollo, pero lo sobrepasaba infinitamente, no debía de ser de la misma naturaleza. ¿De dónde venía? ¿Qué significaba? ¿Cómo apresarla? [...]
Y, de repente, el recuerdo aparece. Ese gusto es el del trocito de magdalena que el domingo por la mañana en Combray (porque ese día yo no salía antes de la hora de misa), cuando iba a decirle buenos días a su habitación, mi tía Leonie me daba, después de haberlo mojado en su infusión de té o de tila. La vista de la pequeña magdalena no me había recordado nada, antes de probarla; quizá porque, habiéndolas visto a menudo después, sin comerlas, sobre las mesas de los pasteleros, su imagen había dejado esos días de Combray para unirse a otros más recientes [...]
Y desde que reconocí el gusto del trocito de magdalena mojada en la tila que me daba mi tía (aunque todavía no supiera y debiera dejar para más tarde el descubrir por qué ese recuerdo me hacía feliz), en seguida la vieja casa gris, donde estaba su habitación , vino como un decorado teatral a añadirse al pequeño pabellón que estaba sobre el jardín ...
Marcel Proust, Por el camino de Swann, Alianza
La magdalena de Proust no es más que la muerte de la imagen y el imperar de la experiencia sensorial. En nosotros, los humanos, el sentido que prima es el visual, pero ¿qué hay de los otros?
Es además Proust, el que decía que las imágenes habían matado la experiencia sensorial. Yo quiero recordar a mi abuelo por su tacto de piel arrugada, por su olor a pis -no se me malinterprete, mi abuelo tiene demencia- y por muchas otras cosas que no tienen cabida en una visualidad (¡Ojo! que no digo fotografía) de un iPhone. Todo esto en un iPhone desbordaría la imagen. Es una imagen imposible de crear. Es una IMAGEN.
¿Cómo lograr ver?
¿Cómo lograr recordar?
¿Cómo suena un recuerdo?
He encontrado en mi casa varias cintas que comienzan aproximadamente en los años 90 y terminan en el 2001. La cámara no funciona, porque no enciende. Intenté arreglarla para grabar con ella, pero fue imposible. No ha encendido.
Mi trabajo ha sido, aparte de grabar audio, indagar en todas estas cintas y digitalizarlas una por una.